Ilustración: Calendario
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En todo caso, el empleo de la proyección es inherente al yo del niño pequeño en la más temprana infancia. Lo utiliza para repudiar sus propios deseos y actividades que devienen peligrosos, lo cual permítele encontrar un autor responsable en el mundo exterior. Un "niño extraño", un animal, los mismos objetos inanimados, todo indistintamente, sírvele para deponer sus propias faltas. De esta manera, entregándolos liberalmente a su ambiente, el yo infantil se alivia en forma constante y normal de sus impulsos y deseos prohibidos. Cuando estos últimos amenazan con el castigo de afuera, el yo desplaza el castigo entre las personas sustitutivas sobre las cuales ha proyectado; cuando son los sentimientos de culpa los determinantes de la proyección, el yo orienta la autocrítica en forma de incriminaciones contra el mundo externo. En ambos casos, aléjase de los sustitutos culpables y se comporta en sus juicios con excesiva intolerancia.»
Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Página 136.