«No hay duda de que el yo, mediante un acto, es capaz de rehuir un estímulo de origen exterior, que causa una percepción molesta, haciendo, además, con dicho acto, que la percepción del estímulo exterior sea sólo momentánea, lo que no parece posible en el caso de percepciones endógenas. Tanto es así, que en psicoanálisis se afirma, con razón, que justamente una de las facultades del yo es su capacidad para actuar sobre la realidad exterior modificándola -aloplastia- y hacerla más apta para satisfacer los deseos del individuo. Sin embargo, el problema no es tan sencillo como parece y hay que observar más de cerca esa facultad de actuar frente a lo exterior, para darse cuenta de si ella existe en todas las circunstancias y, sobre todo, en todas las edades. Haciendo esto, nos daremos cuenta de que modificar la realidad exterior es ciertamente una facultad del yo, pero solamente de un yo ya desarrollado y en posesión de un organismo apto para efectuarlo. No es, ni mucho menos, lo que ocurre en el caso aquí estudiado, como es precisamente el de un niño al comienzo de su vida, cuando está creando y desarrollando su juicio de realidad. En esta situación infantil la citada aloplastia no existe. Precisamente sucede lo contrario: dicho niño se encuentra tan indefenso o más, frente a los estímulos de la realidad exterior, que frente a sus tendencias o sensaciones interiores. En efecto, las molestias que aquella realidad exterior le causa, como frío, humedad desagradable o el pinchazo de una aguja en sus pañales, no pueden ser vencidas por él mediante actos musculares adecuados, lo mismo que tampoco puede vencer su hambre mediante el acto, para él imposible, de ir en busca del alimento deseado.
Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Página 134.
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