El sueño debe ser examinado siempre bajo un doble aspecto: el de su causalidad (Freud) y el de su finalidad. Con este último objeto hay que preguntarse para qué sirve un sueño y a qué debe conducir, lo que constituye una concepción opuesta a la freudiana, que es etiológica. Así, en un hombre joven, el sueño de comer una manzana, con el simbolismo genital conocido, tiene por finalidad llamar la atención del sujeto sobre el hecho de que en él existen fuerzas morales que no debe olvidar. Al ser tenido en cuenta, el sueño sirve, pues, de regulador psíquico.
Los sueños son de diverso tipo. Unos son compensadores de la situación consciente, en que han nacido. Ellos introducen en la consciencia, merced a un arreglo simbólico, los materiales inconscientes relacionados con aquella situación consciente. Así el sueño de Nabucodonosor, en las profecías de Daniel (IV, 9-16), era un esfuerzo de compensación del delirio de grandezas, que condujo a la locura. Otros sueños son prospectivos, anticipando simbólicamente una actividad consciente venidera. En personas que viven por encima de lo que debieran, existen sueños reductores que disgregan, desprecian y hasta destruyen. Además hay sueños reactivos, como los de las neurosis traumáticas, y sueños proféticos.
El sujeto se despierta del sueño, cuando el sentido de éste ha alcanzado un punto culminante. El sueño, habiendo agotado su tema, pone punto final a su propio desarrollo. Probablemente el despertar es debido al cese súbito de la fascinación ejercida por el sueño; la energía así liberada provoca la vuelta a la consciencia. Jung añade que es conocido que uno se despierta con sobresalto al final de ciertos sueños.
Según la opinión de Jung (...) el psicoanálisis tiene el defecto de buscar en la historia especial del individuo la causa de los símbolos del sueño, ya que relaciona todos estos símbolos con vivencias o tendencias del sujeto. Pretende Jung completar este punto de vista, admitiendo la existencia de un inconsciente colectivo (...) que sería independiente de las experiencias individuales. Aquellas experiencias del inconsciente colectivo adquieren su valor, cuando se las trata, no analíticamente, sino sintéticamente. Así como el psicoanálisis separa los símbolos en sus componentes, Jung afirma que el método sintético los reintegra en una expresión general e inteligible.
Jung coincide con Freud en admitir la existencia de deseos en los sueños (...), pero niega que éstos sean únicamente satisfacciones de deseos. Tampoco cree que el contenido manifiesto del sueño sea algo así como la fachada de un edificio que oculta lo que se halla detrás. Más bien él lo considera como el edificio mismo, aunque sea tan ininteligible como un texto muy antiguo.
Un sueño de [una paciente] de Jung demostrará las diferencias entre su interpretación y la psicoanalítica. La [paciente]:
Ve a Jung como a un padre y le admira mucho.
Un psicoanalista hubiese interpretado este sueño como de transferencia. Jung lo hizo también así, pero añadiendo que tal transferencia era del tipo de una relación como la siguiente: hija = padre = Dios Padre. Según Jung, el sueño tiene que ser considerado como un símbolo de la ética de la [paciente], que tendía hacia Dios. Según la interpretación psicoanalítica, "en plano objetivo", Jung, en el sueño, sería un objeto libidinoso; según la interpretación psicosintética, "en plano subjetivo", Jung es una parte del sujeto, a saber, su ética. El amor a Dios es una manifestación del inconsciente colectivo.»
Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Páginas 181 - 184.
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