«Cuando el niño es algo mayor, adquiere parejamente una libertad de movimiento físico y posibilidades de acción psíquica mucho más grandes, con lo cual su yo se capacita para eludir los estímulos displacientes sin tener que recurrir a una operación psíquica tan complicada como la negación. En lugar de percibir la impresión dolorosa y subsecuentemente anular sus efectos, sustrayendo sus cargas o catexias, el yo usa la libertad de preservarse, esquivando abordar la peligrosa situación externa. El yo puede, pues, huir y así "evitar" la producción de displacer en el verdadero sentido de la palabra. Este mecanismo de elusión del displacer es tan primitivo y natural, y además se halla tan indisolublemente unido al desarrollo normal del yo, que no resulta fácil desprenderlo de sus habituales conexiones y examinarlo en forma aislada, aun cuando el propósito sea su estudio teórico.»
Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Página 106.
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