Teoría y Técnica

Teoría y Técnica

29 sept 2015

La negación en los niños


«Durante varios años el yo infantil retiene la libertad de negar cuanto le produzca displacer en la realidad, conservando intacto su juicio acerca de la misma. Utiliza esta posibilidad de la manera más amplia, a la que no constriñe en forma exclusiva a la esfera de las puras ideas y fantasías; pues no sólo piensa, también actúa. En la dramatización e inversión de las situaciones de la realidad opera con los más diversos objetos del mundo exterior. Naturalmente, la negación de la realidad igualmente constituye una de las tantas motivaciones básicas de los juegos infantiles en general y en particular del juego tan común e infantil al teatro.


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Es curioso observar la disposición de los adultos a aplicar estos mecanismos en sus relaciones con los niños. Gran parte del placer que en general el adulto procura al niño resulta de su cooperación en tales negaciones de la realidad. En la vida diaria suele halagarse al pequeño diciéndole "qué grande eres" y afirmando contra toda evidencia que es fuerte "como el padre", hábil "como la madre", valiente "como un soldado", resistente "como el hermano mayor". Es comprensible que el adulto se sirva de tales transmutaciones de la realidad para consolar al niño. Así sucede cuando a un niño que se ha lastimado se le asegura que la herida "no duele más" o que los platos que le repugnan "tienen rico gusto", y si está afligido porque alguien se ha ido, que "volverá en seguida". Muchos niños inclusive recogen ulteriormente esas fórmulas de consuelo y las aplican de una manera estereotipada a fin de expresar algo doloroso. Por ejemplo, cada vez que la madre desaparecía de la habitación, una niñita de dos años reaccionaba con un mecánico murmullo: "mamá vuelve en seguida". Otro niño (...) cada vez que se le presentaba algún remedio de mal gusto, solía exclamar con una voz lastimosa: "like it, like it", residuo de una expresión que empleaba su niñera para persuadirlo de que las gotas tenían sabor agradable.

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El problema en discusión es el de precisar en qué medida la educación de un niño debe dirigir todo su esfuerzo a partir de su más tierna infancia, induciéndole únicamente en el sentido de la asimilación de la realidad, o hasta dónde es permisible estimular su huída de ella auxiliándole en la elaboración de su mundo de fantasía.


Cuando los adultos aceptan a voluntad que el niño niegue una realidad dolorosa, transformándola ficticiamente en la opuesta, lo hacen respetando en todos los casos ciertas estrictas condiciones. Espérase del niño que conserve la representación de su mundo de fantasía dentro de señalados límites. Así, por ejemplo, un niño que poco antes jugaba al caballo o al elefante, relinchando o resoplando en cuatro patas, debe estar listo para sentarse a la mesa con tranquilidad y observar buenas maneras. El domador de leones debe estar dispuesto a someterse de nuevo a su niñera; el explorador o el pirata debe admitir que se le mande a la cama en el justo momento en que acaso emprendía su más interesante aventura en el mundo de los adultos. La benevolente actitud del adulto frente al mecanismo de negación infantil, cesa en el mismo instante en que la transición de la fantasía a la realidad no se ejecuta con facilidad y oportunidad, (...) en el mismo instante en que la actividad de la fantasía infantil deja de ser un juego para convertirse en automatismo o en obsesión.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 94 - 97.

15 sept 2015

¿De qué se defiende el yo?


El yo se defiende básicamente de los instintos y de los afectos asociados al proceso instintivo. Lo que causa la defensa del yo es:

1) Angustia ante el superyó: la satisfacción del instinto es considerada peligrosa porque se halla prohibida por el superyó. La satisfacción instintiva llevaría a un conflicto entre el yo y el superyó. El conflicto es entre la fuerza instintiva y el superyó.

2) Angustia objetiva: la satisfacción del instinto es considerada peligrosa porque está prohibida por las figuras de autoridad. El conflicto es entre la fuerza instintiva y la realidad externa.

3) Angustia ante la fuerza del instinto: frente a determinada intensidad instintiva, la hostilidad natural del yo frente al instinto aumenta hasta convertirse en angustia. Habría un temor en el yo al sojuzgamiento, a la destrucción o a la inundación del orden yoico por la fuerza del instinto. El conflicto se da entre la fuerza instintiva y el yo.

4) Amenaza para la síntesis del yo: el yo requiere de una armonía o de una regulación de los impulsos opuestos (por ejemplo, pasividad - actividad, homosexualidad - heterosexualidad). El rechazo y admisión de los impulsos dependería de cada caso particular y de la magnitud de las catexias en juego.

Nota sobre las defensas del yo frente a los afectos asociados a las necesidades instintivas

«Doquiera se defienda el yo contra los impulsos instintivos por uno de los motivos precitados, estará obligado a guardarse también de los afectos que acompañan al proceso instintivo. Poco importa la naturaleza de los afectos en cuestión; el afecto puede ser agradable, doloroso o amenazador con respecto al yo, esto es indiferente, pues el yo nunca lo experimentará tal como es. Cuando el afecto se vincula con un proceso instintivo vedado, su destino hállase decidido de antemano: el solo hecho de estar así asociado basta para inducir al yo a adoptar una postura defensiva contra él.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 64 - 71.

8 sept 2015

Resistencias que no provienen exclusivamente del yo

«Junto a las denominadas resistencias del yo, existen las conocidas resistencias de la transferencia, diferentemente constituidas, así como las fuerzas de oposición -tan difíciles de vencer en el análisis-, que tienen sus fuentes en el impulso de repetición. Por consiguiente, no es lícito afirmar que cada resistencia sea el resultado de una medida defensiva del yo.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 40, 41.