Teoría y Técnica

Teoría y Técnica

6 dic 2015

La proyección

Ilustración: Calendario

«La proyección también guarda similitud con la represión en que no se halla asociada con una particular situación de ansiedad, sino que puede motivarse por igual tanto en la angustia objetiva cuanto en la angustia ante el superyó y a la angustia instintiva. Los autores de la escuela psicoanalítica inglesa sostienen que ya en los primeros meses de vida el niño proyecta sus iniciales impulsos agresivos antes de realizar la menor represión, y que este proceso posee decisiva importancia para la representación infantil del mundo externo y para el curso del desarrollo de su personalidad.

En todo caso, el empleo de la proyección es inherente al yo del niño pequeño en la más temprana infancia. Lo utiliza para repudiar sus propios deseos y actividades que devienen peligrosos, lo cual permítele encontrar un autor responsable en el mundo exterior. Un "niño extraño", un animal, los mismos objetos inanimados, todo indistintamente, sírvele para deponer sus propias faltas. De esta manera, entregándolos liberalmente a su ambiente, el yo infantil se alivia en forma constante y normal de sus impulsos y deseos prohibidos. Cuando estos últimos amenazan con el castigo de afuera, el yo desplaza el castigo entre las personas sustitutivas sobre las cuales ha proyectado; cuando son los sentimientos de culpa los determinantes de la proyección, el yo orienta la autocrítica en forma de incriminaciones contra el mundo externo. En ambos casos, aléjase de los sustitutos culpables y se comporta en sus juicios con excesiva intolerancia.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Página 136.

25 nov 2015

La identificación con el agresor como etapa intermedia en el desarrollo del superyó


«Un yo que, con el auxilio de este mecanismo defensivo [identificación con el agresor], atraviesa esta particular vía del desarrollo, introyecta las autoridades críticas como superyó y puede así proyectar hacia afuera sus impulsos prohibidos. Tal yo será intolerante con el mundo externo antes que severo consigo mismo. Aprende lo condenable, pero mediante este proceso de defensa se escuda contra el displacer de la autocrítica. La indignación contra los culpables del mundo externo sírvele como precursor y sustituto de sus sentimientos de culpa; y automáticamente se acrecienta cuando la percepción de la propia culpa cobra mayor intensidad. Esta etapa intermedia del desarrollo del superyó corresponde a una especie de fase preliminar de la moral. La moral genuina empieza cuando la crítica internalizada e incorporada como exigencia del superyó coincide en el terreno del yo con la percepción de la propia falta. Desde ese momento la severidad del superyó se dirige hacia adentro en lugar de hacerlo hacia afuera, con la consiguiente disminución de la intolerancia con los demás. Pero lograda esta etapa del desarrollo del yo, éste debe soportar un intenso displacer ocasionado por la autocrítica y el sentimiento de culpa.

Es posible que muchos individuos queden detenidos en esta fase intermedia de la formación del superyó y jamás puedan alcanzar del todo la internalización del proceso. A través de la autopercepción de la propia culpa mantiénense, pues, singularmente agresivos contra el mundo externo. En tales casos, el superyó ostenta tanta intransigencia frente al mundo exterior como para con el propio yo en el proceso de la melancolía. Tales inhibiciones en la formación del superyó acaso correspondan asimismo a una iniciación abortada en la formación de estados melancólicos.

Así como, por un lado, la "identificación con el agresor" corresponde a una fase preliminar en el desarrollo del superyó, por otro parece constituir una fase intermedia en el desarrollo de los estados paranoicos. El uso de la identificación establece la afinidad con las primeras y el mecanismo de proyección la relación con el segundo grupo de fenómenos (...).

La esencial combinación de introyección y proyección, a la que hemos designado como identificación con el agresor, pertenece a la vida normal sólo en tanto el yo se sirva de ella en sus conflictos con las autoridades, es decir, en sus esfuerzos por enfrentarse con los objetos de angustia. Esta misma defensa pierde su aspecto inofensivo y toma carácter patológico si se la transfiere a la vida amorosa. Cuando un marido desplaza sobre su mujer sus personales impulsos a la infidelidad y le hace violentas recriminaciones por su falta de lealtad, introyecta los reproches de la esposa y proyecta un elemento del propio ello. Mas su intención no es la de escudarse contra una intervención agresiva del mundo exterior: busca protección contra la ruptura de la fijación libidinal positiva a la compañera, causada por perturbaciones internas. Según esto el resultado es diferente. En lugar de la actitud agresiva contra un antiguo agresor del mundo exterior, un [paciente] de este tipo adquirirá una fijación en su compañera sexual, que toma la forma de celos proyectados.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 131 - 133.

4 nov 2015

La identificación con el agresor antes de que suceda la agresión


«Este mismo proceso de transformación opera de una forma más extraña cuando la angustia no se refiere a un acontecimiento pasado sino a uno futuro. En otro lugar referí el caso de un niño que tenía la costumbre de hacer sonar el timbre de su casa con excesiva fuerza. Cuando se le abría la puerta abrumaba a la sirvienta con numerosos reproches por su tardanza y falta de atención. En el intervalo entre el sonar y el estallido de rabia, experimentaba angustia por las posibles censuras de que podría hacérsele objeto por su desconsiderado modo de anunciarse, y antes de que la mucama tuviera tiempo de presentar sus propias quejas, acusábala sorpresivamente. La vehemencia de su indignación preventiva corresponde a la intensidad de su angustia. Tampoco esgrimía su hostilidad contra cualquier sustituto: apuntaba precisamente contra aquella persona del mundo externo de la cual esperaba la agresión. En este caso, la conversión en agredido llegaba hasta su fin.

En la historia de un niño de cinco años que tuvo en tratamiento, JENNY WAELDER ha relatado un ejemplo instructivo de esta especie. Hacia la época en que el análisis se acercaba al material del onanismo y sus fantasías, el niño, antes tímido e inhibido, cayó en un estado de salvaje agresividad. Desapareció su actitud habitualmente pasiva y todo rastro de sus características femeninas. Imaginando ser un león rugiente durante la sesión, atacaba al analista. Llevaba consigo una vara y jugaba al "Krampus", pegaba a la gente en la escalera, en la propia casa y en la sesión analítica. (...) el niño empezó a jugar con los cuchillos de la cocina (...). El trabajo analítico puso en evidencia que la agresividad del niño no respondía a ninguna desinhibición de sus impulsos agresivos. En rigor, hallábase muy lejos aún de una liberación de sus tendencias masculinas. Sólo tenía angustia. El hecho de tornar consciente aquel material y la necesaria confesión de su (...) actividad sexual despertó en él la espera de castigo. Según su experiencia, los adultos se volvían malos cuando descubrían tales prácticas en los niños.

Krampus: demonio que acompaña a San Nicolás según la tradición vienesa y que castiga a los niños malcriados.

Les gritaban, les intimidaban a bofetadas o les azotaban con una vara y acaso también les cortasen algo con un cuchillo. Cuando el niño asumía el papel activo, y rugía como un león o blandía la vara o el cuchillo, no hacía sino dramatizar, anticipándose al castigo temido. Habíase introyectado la agresión de los adultos ante los cuales se sentía culpable y la reconducía activamente contra las propias personas del mundo exterior. Naturalmente, su agresividad aumentaba conforme se acercaba a la comunicación del material peligroso. Poco después del descubrimiento, discusión e interpretación final de sus pensamientos y sentimientos prohibidos, repentinamente dejó en casa del analista la vara de "Krampus", ya innecesaria, que hasta ese momento había llevado constantemente consigo. La obsesión de pegar desapareció al mismo tiempo que la ansiosa expectativa der ser castigado.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 126 - 128.

26 oct 2015

La identificación con el agresor


«El descubrimiento de un habitual mecanismo de defensa del yo es relativamente fácil cuando éste lo emplea aisladamente y sólo en un conflicto de algún peligro específico. Así, frente a una negación inferimos que se trata de un peligro externo, y cuando se observa una represión deduciremos que el yo combate contra estímulos instintivos. La alta similitud de aspecto entre la inhibición y la limitación o restricción del yo torna nítida la clasificación entre conflictos externos e internos. Pero el problema complícase aún más cuando se combinan los procesos defensivos o cuando se emplea un mismo mecanismo a la vez contra una fuerza interna y contra una externa. Ambas características se dan plenamente, verbigracia, en el proceso de identificación (...).

(...) El niño introyecta alguna característica de la persona u objeto que le produce angustia, elaborando de esta manera una experiencia angustiosa recientemente ocurrida. El mecanismo de identificación o introyección vincúlase además con un segundo e importante mecanismo. Al ejecutar el papel de agresor, asumiendo sus atributos o imitando sus agresiones, el niño simultáneamente se transforma de persona amenazada en la que amenaza (...).»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 122 - 125.

21 oct 2015

Diferencia entre inhibición y restricción del yo

«(...) la divergencia entre inhibición y restricción del yo estriba en que el proceso defensivo de la inhibición se orienta contra los propios procesos internos y el de la restricción del yo contra los estímulos del mundo externo.

Esta fundamental distinción entre ambos procesos anímicos permítenos inferir ciertas diferencias entre los mismos. En la base de toda actividad neuróticamente inhibida subyace un deseo instintivo. El empeño con que cada impulso aislado del ello busca procurarse el objeto de satisfacción, convierte el proceso de inhibición simple en síntoma neurótico fijado, con lo cual el deseo del ello y la defensa establecida por el yo entran en conflicto permanente. En este combate el individuo agota sus energías, y mientras el ello queda (...) ligado al deseo de ejecutar diversos actos (...), el yo, simultáneamente, y con idéntica persistencia, trata de impedir o por lo menos menoscabar la ejecución de esos deseos.

En el caso de restricción del yo a causa de la angustia objetiva y del displacer, falta esa relación con la actividad abandonada. La actividad misma no ocupa el primer plano sino en virtud del placer o displacer suscitado por ella. En su búsqueda del placer y en sus esfuerzos por evitar el displacer, el yo utiliza libremente todos los recursos a su disposición. Interrumpe o abandona las actividades que conducen a la liberación del displacer o de la angustia y desiste del deseo de realizarlo. Retira su interés de sectores enteros de actividad para, luego de experiencias desagradables, reorientarlo en lo posible en direcciones completamente opustas (sic). Así, de un jugador de fútbol tenemos un escritor, de una bailarina decepcionada, una excelente alumna. Naturalmente, el yo no crea nuevas capacidades; usa las que ya posee.

La restricción del yo como método para evitar el displacer, así como las diversas formas de negación, no pertenecen a la psicología de las neurosis sino al proceso normal del desarrollo del yo. En el yo joven y plástico, la sustracción de actividad de un lado, ocasionalmente compénsase con un sobrerrendimiento concentrado en otra esfera; mas cuando el yo se ha vuelto rígido o intolerante para el displacer y se halla compulsivamente fijado a la técnica de la huída, a tal limitación en la actividad se seguirán, como réplica, funestas consecuencias para el desarrollo del yo. A causa del abandono de una posición tras otra, el yo tórnase unilateral, pierde con exceso interés y se empobrece en sus capacidades.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 114, 115.

14 oct 2015

Los niños neuróticamente inhibidos


«Los educadores (...) nos informan que entre dos grupos habituales de niños, constituído el uno por niños despiertos interesados y aplicados, y el otro por niños intelectualmente torpes, desinteresados y perezosos se forma un grupo intermedio (...), como una entrecapa de niños cuyo tipo a primera vista es difícil clasificar en alguna de las categorías conocidas de escolares con trastornos de aprendizaje. No obstante ser estos niños muy inteligentes, a pesar de su buen desarrollo y de apreciarlos sus condiscípulos como buenos compañeros, no es posible inducirlos a participar en un ejercicio regular de juego o de trabajo. Condúcense como si estuvieran intimidados, aunque la técnica escolar evite escrupulosamente toda crítica, reproche o censura. Es que el mero hecho de comprar (sic) sus realizaciones con las de los otros basta para que desvaloricen su propio trabajo. Si fracasan en una tarea o en un juego, reaccionan con una permanente aversión a repetir el esfuerzo. De ahí que se mantengan inactivos, no quieran aceptar ningún puesto u ocupación y se contenten con mirar mientras los otros trabajan. Su pereza y pasividad, que pasean de un lado a otro, tiene secundariamente un efecto antisocial, pues, por aburrimiento, entran en conflictos con los otros niños, absorbidos por el trabajo o el juego.

Es evidente que basados en el contraste entre su buena inteligencia y su escaso rendimiento, hemos de considerar a estos niños como neuróticamente inhibidos (...). (...) el displacer experimentado por los niños, y contra el cual defiéndense al comparar sus realizaciones con las de los otros, es de índole simplemente sustitutiva. La obra ajena más perfecta que el mundo exterior les opone a la propia, constituye una representación -por lo menos así ocurría en mi paciente- de los genitales mayores que los suyos y a los cuales envidiaba. En esta difícil situación que debe afrontar, el niño lucha por eludir la competencia infructuosa con el sustituto actual del rival de la fase edipiana o con el penoso testimonio de la diferencia sexual.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 108, 109.

4 oct 2015

La evitación


«Cuando el niño es algo mayor, adquiere parejamente una libertad de movimiento físico y posibilidades de acción psíquica mucho más grandes, con lo cual su yo se capacita para eludir los estímulos displacientes sin tener que recurrir a una operación psíquica tan complicada como la negación. En lugar de percibir la impresión dolorosa y subsecuentemente anular sus efectos, sustrayendo sus cargas o catexias, el yo usa la libertad de preservarse, esquivando abordar la peligrosa situación externa. El yo puede, pues, huir y así "evitar" la producción de displacer en el verdadero sentido de la palabra. Este mecanismo de elusión del displacer es tan primitivo y natural, y además se halla tan indisolublemente unido al desarrollo normal del yo, que no resulta fácil desprenderlo de sus habituales conexiones y examinarlo en forma aislada, aun cuando el propósito sea su estudio teórico.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Página 106.

29 sept 2015

La negación en los niños


«Durante varios años el yo infantil retiene la libertad de negar cuanto le produzca displacer en la realidad, conservando intacto su juicio acerca de la misma. Utiliza esta posibilidad de la manera más amplia, a la que no constriñe en forma exclusiva a la esfera de las puras ideas y fantasías; pues no sólo piensa, también actúa. En la dramatización e inversión de las situaciones de la realidad opera con los más diversos objetos del mundo exterior. Naturalmente, la negación de la realidad igualmente constituye una de las tantas motivaciones básicas de los juegos infantiles en general y en particular del juego tan común e infantil al teatro.


(...)

Es curioso observar la disposición de los adultos a aplicar estos mecanismos en sus relaciones con los niños. Gran parte del placer que en general el adulto procura al niño resulta de su cooperación en tales negaciones de la realidad. En la vida diaria suele halagarse al pequeño diciéndole "qué grande eres" y afirmando contra toda evidencia que es fuerte "como el padre", hábil "como la madre", valiente "como un soldado", resistente "como el hermano mayor". Es comprensible que el adulto se sirva de tales transmutaciones de la realidad para consolar al niño. Así sucede cuando a un niño que se ha lastimado se le asegura que la herida "no duele más" o que los platos que le repugnan "tienen rico gusto", y si está afligido porque alguien se ha ido, que "volverá en seguida". Muchos niños inclusive recogen ulteriormente esas fórmulas de consuelo y las aplican de una manera estereotipada a fin de expresar algo doloroso. Por ejemplo, cada vez que la madre desaparecía de la habitación, una niñita de dos años reaccionaba con un mecánico murmullo: "mamá vuelve en seguida". Otro niño (...) cada vez que se le presentaba algún remedio de mal gusto, solía exclamar con una voz lastimosa: "like it, like it", residuo de una expresión que empleaba su niñera para persuadirlo de que las gotas tenían sabor agradable.

(...)

El problema en discusión es el de precisar en qué medida la educación de un niño debe dirigir todo su esfuerzo a partir de su más tierna infancia, induciéndole únicamente en el sentido de la asimilación de la realidad, o hasta dónde es permisible estimular su huída de ella auxiliándole en la elaboración de su mundo de fantasía.


Cuando los adultos aceptan a voluntad que el niño niegue una realidad dolorosa, transformándola ficticiamente en la opuesta, lo hacen respetando en todos los casos ciertas estrictas condiciones. Espérase del niño que conserve la representación de su mundo de fantasía dentro de señalados límites. Así, por ejemplo, un niño que poco antes jugaba al caballo o al elefante, relinchando o resoplando en cuatro patas, debe estar listo para sentarse a la mesa con tranquilidad y observar buenas maneras. El domador de leones debe estar dispuesto a someterse de nuevo a su niñera; el explorador o el pirata debe admitir que se le mande a la cama en el justo momento en que acaso emprendía su más interesante aventura en el mundo de los adultos. La benevolente actitud del adulto frente al mecanismo de negación infantil, cesa en el mismo instante en que la transición de la fantasía a la realidad no se ejecuta con facilidad y oportunidad, (...) en el mismo instante en que la actividad de la fantasía infantil deja de ser un juego para convertirse en automatismo o en obsesión.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 94 - 97.

15 sept 2015

¿De qué se defiende el yo?


El yo se defiende básicamente de los instintos y de los afectos asociados al proceso instintivo. Lo que causa la defensa del yo es:

1) Angustia ante el superyó: la satisfacción del instinto es considerada peligrosa porque se halla prohibida por el superyó. La satisfacción instintiva llevaría a un conflicto entre el yo y el superyó. El conflicto es entre la fuerza instintiva y el superyó.

2) Angustia objetiva: la satisfacción del instinto es considerada peligrosa porque está prohibida por las figuras de autoridad. El conflicto es entre la fuerza instintiva y la realidad externa.

3) Angustia ante la fuerza del instinto: frente a determinada intensidad instintiva, la hostilidad natural del yo frente al instinto aumenta hasta convertirse en angustia. Habría un temor en el yo al sojuzgamiento, a la destrucción o a la inundación del orden yoico por la fuerza del instinto. El conflicto se da entre la fuerza instintiva y el yo.

4) Amenaza para la síntesis del yo: el yo requiere de una armonía o de una regulación de los impulsos opuestos (por ejemplo, pasividad - actividad, homosexualidad - heterosexualidad). El rechazo y admisión de los impulsos dependería de cada caso particular y de la magnitud de las catexias en juego.

Nota sobre las defensas del yo frente a los afectos asociados a las necesidades instintivas

«Doquiera se defienda el yo contra los impulsos instintivos por uno de los motivos precitados, estará obligado a guardarse también de los afectos que acompañan al proceso instintivo. Poco importa la naturaleza de los afectos en cuestión; el afecto puede ser agradable, doloroso o amenazador con respecto al yo, esto es indiferente, pues el yo nunca lo experimentará tal como es. Cuando el afecto se vincula con un proceso instintivo vedado, su destino hállase decidido de antemano: el solo hecho de estar así asociado basta para inducir al yo a adoptar una postura defensiva contra él.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 64 - 71.

8 sept 2015

Resistencias que no provienen exclusivamente del yo

«Junto a las denominadas resistencias del yo, existen las conocidas resistencias de la transferencia, diferentemente constituidas, así como las fuerzas de oposición -tan difíciles de vencer en el análisis-, que tienen sus fuentes en el impulso de repetición. Por consiguiente, no es lícito afirmar que cada resistencia sea el resultado de una medida defensiva del yo.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 40, 41.

25 ago 2015

Métodos del tratamiento psicoanalítico


1) La asociación libre: sustituyó a la hipnosis como recurso de exploración. Se intenta anular la acción del yo a través de la consigna de la asociación libre, sin censura. Esto se suele lograr momentánea o parcialmente.

2) La interpretación de los sueños: extrae material del ello a través del contenido latente y también explora las actividades defensivas del yo, al reconstruir la censura y las transformaciones en el sueño.

3) La interpretación de los símbolos oníricos: sirven para acceder al contenido del ello directamente a través del símbolo, ignorando o saltando los pasos previos en la construcción del mismo.

4) Actos fallidos: irrupciones de contenido del ello cuando la vigilancia del yo decae por alguna razón. "(...) a la manera de un relámpago, iluminan el trozo del inconsciente que la interpretación analítica había tratado de descubrir, acaso durante mucho tiempo".

5) Transferencia

a. Transferencia de impulsos libidinales: sentimientos de amor, odio, celos, angustia, no justificados por la situación real. Se consideran irrupciones del ello originadas en antiguas constelaciones inconscientes (por ejemplo, complejo de Edipo). Ante su señalamiento, el mismo paciente los puede percibir como cuerpos extraños. La interpretación lo libera de esa extrañeza.

b. Transferencia de la defensa: se transfiere directamente la antigua medida defensiva contra el impulso instintivo. En casos extremos, el impulso instintivo ni siquiera llega a ser transferido, sino únicamente su defensa específica. Es causa de la mayoría de dificultades entre analista y paciente. El paciente difícilmente reconoce la interpretación.

c. Actuación en la transferencia: puesta en acto de la transferencia, fuera de la situación analítica, en la vida cotidiana.

6) Análisis de las operaciones defensivas del yo: permite reconstruir el conjunto de trasformaciones sufridas por el instinto.

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 22 - 36.

17 ago 2015

Importancia del análisis del yo

 
«(...) De ello resulta que el análisis del yo ha adquirido considerable importancia entre nosotros. Todo lo originario del yo que se inmiscuya en el análisis, constituye un material tan bueno como cualquier derivado del ello. No nos es lícito considerarlo como una mera perturbación en el análisis del ello. Pero, naturalmente, todo cuanto proviene del yo es asimismo una resistencia en el verdadero sentido de la palabra: una fuerza dirigida contra el surgimiento del inconsciente y, por consiguiente, contra el trabajo del analista. Una de nuestras mayores ambiciones es aprender a dirigir el análisis del yo del paciente con tanta seguridad como llevamos a cabo el análisis del ello, aun cuando deba realizarse contra la voluntad del yo.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 33 - 34.

11 ago 2015

La asociación libre

 
«En la asociación libre -que más tarde sustituyó a la hipnosis como recurso de exploración- el papel del yo es al principio igualmente negativo. Se renuncia, es cierto, al empleo de la fuerza para su eliminación: en su lugar exígese al yo del paciente que se elimine por sí mismo. El analizado debe anular toda crítica a las ideas que se le ocurran y descuidar la necesidad habitual de una conexión lógica entre las mismas. Por así expresarnos, se le pedirá al yo que calle, y bajo la promesa de que en su acceso a la conciencia sus derivados no encontrarán los obstáculos acostumbrados, se invitará a hablar al ello. Naturalmente, no se prometerá a estos derivados del ello que al aflorar al yo lograrán algún objetivo instintivo. La concesión sólo es válida para transformar los contenidos en representaciones verbales, mas no para actuar a través del aparato motor (...). De antemano, la motricidad estará excluída o paralizada por las severas reglas de la técnica analítica. De este juego a que se somete al impulso instintivo, por una parte, la invitación a que se exprese y, por otra, una constante y simultánea negativa a que se satisfaga, nace una de las numerosas dificultades en el manejo de la técnica analítica.

Aun en el presente muchos psicoanalistas recién iniciados creen que deben conseguir que sus pacientes expresen fiel e incesantemente todas sus asociaciones, sin modificación ni inhibición (...). Mas esta situación ideal no aportaría progreso alguno y reconduciría a la situación hipnótica superada, en la que unilateralmente el médico reconcentraba su interés sobre el ello. Por fortuna, para el análisis, semejante obediencia del sujeto es prácticamente imposible. Esta regla analítica fundamental sólo se acata hasta cierto punto. El yo permanece silencioso un tiempo, y los derivados del ello aprovechan este reposo para irrumpir en la conciencia. El analista se apresura en tomar conocimiento de sus expresiones. Luego el yo se agita de nuevo, rebélase contra la impuesta actitud de tolerancia pasiva y se inmiscuye con cualquiera de sus habituales medidas de defensa, perturbando el curso de las asociaciones.. El [paciente] transgrede la regla analítica fundamental o, según acostumbramos decir, hace "resistencias". Esto significa: que al avance del ello hacia el yo ha seguido un contraataque del yo en dirección inversa. Por consiguiente, la atención del observador, enderezada a las asociaciones, desplázase hacia las resistencias: del contenido del ello a la actividad del yo. El analista tiene ahora oportunidad de ver actuar una de las difícilmente visibles medidas defensivas del yo contra el ello (...) y debe hacerla objeto de su exploración (...). El analista ha de reconocer, pues, ante todo, el mecanismo de defensa. Con ello habrá realizado una parte del análisis del yo. Su tarea próxima será la de frustrar lo actuado por la defensa: adivinar y restaurar lo omitido por la represión, rectificar lo desplazado, reunir lo fragmentado. Con el restablecimiento de las conexiones interrumpidas, su atención vuelve del análisis del yo al análisis del ello.

No es la sujeción a la norma analítica fundamental lo que entonces nos interesa, sino el conflicto para su aplicación. Es este ir y venir observacional, del ello al yo, esta doble dirección en el examen de ambos aspectos (...) lo que constituye -a diferencia de la unilateralidad de la técnica hipnótica- el denominado psicoanálisis

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 22 -24.

31 jul 2015

Nueva cabecera y cambio de imagen del blog

Como pueden ver, el blog ha cambiado. Hemos colocado una nueva cabecera, un caligrama obra de la artista plástica Lucía Fernández, y a propósito de ello, hemos cambiado de plantilla a una que se adecua mejor a la nueva imagen.

Gracias a Lucía por el excelente trabajo. Aprovechamos para recomendarles seguirla en su página de Facebook y apreciar su obra.


Saludos a todos los visitantes...

21 jul 2015

La técnica hipnótica del período preanalítico


«En la técnica hipnótica del período preanalítico el yo no desempeñaba papel alguno. Se proponía comprender los contenidos del inconsciente, y sólo consideraba el yo como un factor perturbador. Sabíase ya entonces que con ayuda de la hipnosis era factible eliminar o vencer el yo del paciente. Lo novedoso del procedimiento descrito en los Estudios sobre la histeria radicaba en que el médico podía aprovechar esta eliminación del yo para introducirse en el inconsciente del paciente -en el ello de la actualidad- hasta ese momento bloqueado por aquel. De esta manera, el descubrimiento del inconsciente constituía el objeto buscado -el yo, el obstáculo, y la hipnosis- el medio para el alejamiento temporal de este último. Durante la hipnosis el médico facilita la entrada en el yo del material inconsciente reprimido, y la imposición a la consciencia de este material reprimido brinda la solución del síntoma. Mas el propio yo queda excluido del proceso terapéutico y únicamente soporta al intruso en tanto el médico que ha ejecutado la hipnosis conserva su influencia. Luego se rebela, surgiendo un nuevo conflicto de defensa; una lucha contra el material del ello que le ha sido impuesto y que desbarata el éxito terapéutico penosamente obtenido. Así, el mayor triunfo de la técnica hipnótica -la eliminación completa del yo durante la exploración- transfórmase en factor dañoso de la perduración del éxito y conduce a decepciones en el tratamiento.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós.


Nota importante: El texto de Anna Freud es de 1936. Aun ahora hay terapeutas que utilizan la hipnosis como la técnica principal para el tratamiento (por ejemplo, hipnoterapia). Consideramos que los terapeutas que utilizan la hipnosis o que han sido formados en su aplicación son los únicos que podrían responder con conocimiento a esta cita. Sugerimos que los demás profesionales tomemos esta cita como de carácter histórico y como opinión de la autora, contextualizada en la década de 1930 y que además se refiere explícita y únicamente a la técnica hipnótica del período preanalítico (finales del siglo XIX).

17 jul 2015

Normas APA 2015

 
Hoy vamos a dejar un enlace importante: las normas APA 2015. Nosotros todavía no las usamos; vamos a implementarlas en las siguientes entradas.

Aquí el enlace:

13 jul 2015

La deformación de los afectos

 
«(...) el afecto nos ofrece características que permiten ubicarlo como una especie de "bisagra" que articula los territorios que denominamos "psíquico" y "somático" (...).

Todo afecto (...) puede ser reconocido (...) porque posee una particular "figura". Cada emoción distinta es un movimiento vegetativo que proviene de una excitación nerviosa que se realiza de una manera típica. Esta manera típica está determinada filogenéticamente por una huella mnémica inconsciente (...) que se denomina "clave de inervación".

Cuando sufrimos una enfermedad que se denomina "neurosis" es porque hemos necesitado defendernos de un afecto hacia una determinada persona o situación, que hubiera sido penoso experimentar conscientemente, de modo que preferimos desplazarlo o transferirlo sobre la representación de otra persona o de otra escena. Así Juanito, el niño cuya fobia Freud psicoanaliza, prefiere temer y odiar a los caballos antes que a su amado papá.

Cuando enfermamos, mucho peor, de otra manera que se llama "psicosis", sucede que, para evitar el desarrollo de un afecto penoso, necesitamos cambiar la imagen que tenemos de la realidad, alterando nuestro "buen juicio" acerca de ella. Una madre que enloquece ante la muerte de su hija y acuna un pedazo de madera como si fuera su bebé, altera su percepción de la realidad para poder continuar descargando un afecto de ternura en lugar de una insoportable tristeza.

En ambos casos del enfermar (...) ocurre que los afectos (...) continúan manteniendo la coherencia de la clave de inervación. La clave de inervación es la idea inconsciente que determina la particular cualidad de cada una de las distintas descargas motoras vegetativas que caracterizan a los distintos afectos. De modo que cuando un afecto conserva íntegra la coherencia de su clave es posible reconocerlo como una determinada emoción.

Pero también podemos enfermar de otra manera. El desplazamiento de la importancia (investidura) puede realizarse "dentro" de la misma clave de inervación de los afectos, de modo que algunos elementos de esta clave reciban una carga más intensa, en detrimento de otros. Cuando el proceso se descarga a partir de esta clave "deformada", la conciencia ya no percibe una emoción, percibe un fenómeno que denomina "somático", precisamente porque la cualidad psíquica, el significado afectivo, de ese fenómeno, permanece inconsciente. Por este motivo (...) preferimos llamar "patosomático" a este modo de enfermar que se diferencia de lo que ocurre en las neurosis y psicosis. Toda enfermedad somática puede ser concebida como una descomposición patosomática del afecto.»

Chiozza, Luis. "Las cardiopatías isquémicas. Patobiografía de un enfermo de ignominia".

10 jul 2015

La experiencia, las ideas, las emociones y la represión

 
«Así como, en el tráfico de las rutas, podemos distinguir la materia que se trafica de los medios de transporte, y de la intrincada maraña de caminos que se interconectan, también podemos, en el tráfico mental, distinguir los afectos de las ideas y de las experiencias (que marcan trayectos facilitados).

Solemos creer que lo más importante de nuestro intelecto, de nuestra capacidad de inteligir (de leer "entre líneas") son las ideas. Pero no es así, porque el concepto de importancia no se aplica a las ideas, no le es pertinente. Lo único que, en estricto y riguroso sentido, importa, son los afectos. Cuando las ideas importan, importan porque comprometen afectos. Lo que mueve (con-mueve) a nuestro ánimo, su moción, es la emoción. Nuestra mente no trafica con ideas, las ideas son los medios de transporte que conducen a los afectos por las avenidas y caminos que ha trazado la experiencia. Sólo se transporta lo que importa, y este "importe" es lo único que se vigila en las fronteras. Es esto mismo lo que decía Freud cuando afirmaba que el verdadero motivo de la represión es impedir el desarrollo de un afecto.

A la represión no le interesa que las ideas pasen o no pasen, sólo le molestan cuando a través de ellas puede desarrollarse un particular afecto. Si para evitar esto último tiene que bloquear una idea la bloquea. A veces no basta, para evitar que llegue un determinado producto o personaje (un personaje es una persona importante), con impedir el paso del vehículo que lo transporta, a veces es necesario bloquear, romper, o borrar toda traza del camino. Por eso la represión no sólo ataca las ideas, sino que a menudo incluso deforma la experiencia. El afecto es la importancia, la significancia del sentido.»

Chiozza, Luis. "Las cardiopatías isquémicas. Patobiografía de un enfermo de ignominia".

1 jul 2015

Psicosomática del corazón 4: el dolor y la angustia en la angina


«Cuando [Freud], en 1926, retoma el problema de la angustia, afirma que (...) "contiene" la historia del trauma de nacimiento de la misma manera que el síntoma histérico contiene la historia de un suceso traumático infantil.

La palabra "angustia" tiene en su origen el significado de angostura y opresión, y (...) no ha sido elegida al azar para nominar a ese estado afectivo, sino como un derivado apropiado para arrogarse la representación de una estructura compleja de ideas inconscientes, ligada a un conjunto de vivencias prototípicas de atolladero estrecho y anoxia, arcaicas y heredadas, que se renuevan una y otra vez en el instante magno de cada nacimiento a la vida extrauterina (...). Sin embargo, pensar en la existencia de una realización simbólica, "representativa", inherente a la llamada "conversión directa" de la libido insatisfecha en angustia, no implica desconocer la importancia de la magnitud cuantitativa y energética de esa insatisfacción actual. El significado histórico sólo puede darse en una realidad física actual, pero la actualidad física siempre es una plétora de significado histórico (...).

Fleming (...) decía que "los procesos que engendran la angina de pecho y la angustia son en principio los mismos" y que "toda angustia representa una angina de pecho leve, un acceso ligero" (...). Es curioso que , aunque los términos "angina" y "angustia" derivan de la misma raíz etimológica, el primero sólo se utilice para nominar un fenómeno que se categoriza como somático y el segundo designe a un fenómeno que se interpreta como psíquico.

(...) resulta significativa la distinción que Schwarz (...) realiza, llamando "acceso anginoso auténtico" al que se produce como consecuencia de un espasmo y constituye, en su opinión, una crisis que pone en serio peligro la vida del enfermo. Considera, en cambio, que la angina de esfuerzo no ofrece el mismo riesgo inmediato, en la medida en que su dependencia directa del trabajo corporal permite en cierto modo prever y controlar la aparición del episodio.

Nos parece útil distinguir en la estenocardia tres constelaciones entre las que construyen la sintomatología, las cuales (...) deben corresponder a distintos significados inconscientes.

En primer lugar, el dolor estenocárdico, que nos parece vinculado de una manera más clara y directa con la llamada angina de esfuerzo (aumento de la demanda de oxígeno), encontraría su significado primario en la necesidad de protegerse frente a la realización simbólica de una tarea que, en lugar de ser una respuesta valiente a una ofensa subyacente, constituye el coraje temerario de quien excede sus posibilidades de reacción (...). La claudicación de este esfuerzo podría quedar representada en la insuficiencia cardíaca.

En segundo lugar, la angustia, que durante los accesos (angina) no funcionaría como una leve señal, sino fundamentalmente bajo la forma de "angustia catastrófica" (que reedita el trauma de nacimiento como rotura de un vínculo simbiótico-umbilical), quedaría especialmente relacionada con el componente espasmódico (disminución de la oferta de oxígeno) y aportaría al cuadro de la cardiopatía isquémica su propio significado dramático de estrangulamiento y agonía.

En tercer lugar, la isquemia miocárdica (anoxia), como fenómeno fundamental específico del cuadro que subyace a los otros dos, aportaría el significado esencial constituido por la coartación de un proto-afecto pre-sentido que no puede "nacer" hacia la configuración completa de su clave, por ser considerado una ignominia degradante.»

Chiozza, Luis. "Las cardiopatías isquémicas. Patobiografía de un enfermo de ignominia".

17 jun 2015

Psicosomática del corazón 3


«La teoría psicoanalítica (...) subraya que el motivo de la represión es impedir el desarrollo de un afecto penoso, cuya clave de inervación, ya configurada, se encuentra en lo inconsciente. En los casos que nos ocupan, en cambio, se trata precisamente de inhibir o coartar in status nascendi el proceso por el cual una excitación configura un afecto, debido a que el presentimiento o la preconfiguración de ese protoafecto permite "pre-ver" una insoportable penuria (...). El proto-afecto pre-sentido, de ser configurado, llegaría a constituir "algo que no tiene nombre", literalmente una ignominia, o, como se dice a veces, "algo ignominioso". Pero no con el significado literal de algo que es inefable pero puede ser agradable, sino, para referirse a lo que se presiente como tan "inconcebible", increíble, incalificable e indignante, que ni siquiera puede ser cabalmente sentido ni calificado con palabras. Explorando en la raíz etimológica (...) de la palabra "dignidad", comprobamos su identidad de origen con "decencia" y "decoro", que corresponden al significado de aquello que conviene, y es honorable  (también bello). Lo importante para el tema que nos ocupa reside en que de la palabra "decoro" deriva "condecoración", y que la condecoración, que aumenta el decoro, se coloca sobre el pecho, en el lugar del "noble" corazón, como si esto correspondiera a la percepción inconsciente de que la condecoración es la contrapartida de aquel estado "cardíaco" que denominamos ignominia. "Decoro" es también adorno u ornato. Suele decirse, irónicamente, ante el engaño vinculado a la infidelidad amorosa, que el amante engañado ha sido "adornado", como si se aludiera con esto, por contrafigura, a la ignominia implícita en la traición. La ignominia equivaldría a una degradación o pérdida de todo grado, decoro o condecoración. La degradación, lo mismo que la colación de grados o la condecoración, son ceremonias públicas. Para que la degradación constituya aquel estado que denominamos ignominia, es necesario que el sujeto que es objeto de ella se la "tome a pecho", es decir que se des-moralice, que experimente el sentimiento acorde con la degradación que le fue impuesta desde el exterior. Es también imprescindible que "la culpa" no pueda quedar, en su ánimo, definitivamente atribuida, y que la situación, al mismo tiempo, deba ser solucionada y sea "insoluble". (...) [Esto configura], en su conjunto, el conflicto más humanitario de cuantos cabe concebir. Por eso no debe extrañarnos que la enfermedad cardíaca quede asociada permanentemente a la idea de una muerte noble.

(...)

La presencia de un suficiente incremento tanático en la pulsión implicada permitiría comprender, frente a una fantasía común las diferencias que, en las cardiopatías isquémicas, configuran el gradiente que va desde la angina al infarto. La muerte adquiría el significado de una reacción frente a un tipo de ignominia que no sólo no debe sentirse, sino que tampoco se debe vivir. Cuando esta ignominia debe "lavarse con sangre", nos encontraríamos con la rotura cardíaca, en la cual aparece el elemento "crueldad" (Cruor: sangre derramada...).»

Chiozza, Luis. "Las cardiopatías isquémicas. Patobiografía de un enfermo de ignominia".

14 jun 2015

Psicosomática del corazón 2

«Hace algunos años (...) establecimos, con respecto a la relación entre las emociones y el corazón, tres conclusiones:

1) La emoción, como descarga motora vegetativa, es un proceso en el cual el elemento vasomotor tiene una participación tan preponderante que, de acuerdo a las leyes inconscientes que rigen a los procesos de representación, este elemento puede, y suele, arrogarse la representación de la emoción completa.

2) El corazón, por su origen, es un vaso modificado hasta el punto de llegar a ser el que más completamente se ha desarrollado. Por este motivo el corazón es el órgano más adecuado para arrogarse la representación de las emociones en general, mientras que otros órganos se adjudican la representación de las distintas emociones particulares. Su ritmo se presta especialmente para otorgar un "tono" afectivo, un particular acento, o importancia, a cada instante que se vive. En otras palabras: el "tono" del afecto que se está viviendo, se asocia a la percepción inconsciente de un particular ritmo o "marcapaso" cardíaco. El corazón, por lo tanto, se arroga la representación general de los afectos, pero, sobre todo, la representación del tiempo primordial, que es el tiempo del instante cualitativamente teñido por un tono afectivo que le otorga importancia. Podemos decir, entonces que el corazón es, respecto al tiempo, lo que el ojo respecto al espacio.

3) Si el corazón -debido a su importante participación en la conmoción vegetativa que llamamos emoción- se arroga la representación general de los sentimientos, puede también, por la misma razón, representar, en general, los proto-afectos: aquellos estados afectivos inefables que denominamos des-concierto afectivo (...). Cuando decimos que el corazón "recuerda" o pre-siente, es porque le adjudicamos la representación de un protoafecto. Dado que los protoafectos, en condiciones normales, tienden a desarrollarse como sentimientos que son nuevos para la persona que experimenta ese proceso, podemos decir también que el corazón puede representar esa particular integración por la cual "nacen" los distintos afectos.»

Chiozza, Luis. "Las cardiopatías isquémicas. Patobiografía de un enfermo de ignominia".

27 may 2015

Psicosomática del corazón 1


«La afirmación de que el corazón es el órgano del sentimiento es tan ubicua que ha llegado a ser trivial. El estudio de las fantasías vinculadas más estrechamente a la función cardíaca nos ha llevado a observar (...), coincidiendo muchas veces con otros autores (...):»

a) La relación existente entre el dolor de la ofensa y el daño cardíaco
b) El contenido simbólico de coraje, valentía y esfuerzo que el corazón se adjudica
c) La misericordia, la discordia y la concordia como afectos íntimamente vinculados a la víscera cordial
d) La relación existente entre la nobleza, como rasgo de carácter, y las enfermedades cardíacas
e) El lugar que el corazón ocupa como símbolo en las religiones que lo transforman en representante de lo más sagrado, asociándolo con la idea de trascendencia
f) La vinculación existente en nuestro idioma entre el pálpito, o latido cardíaco, y la idea de presentir el provenir
g) La diferencia existente entre la reminiscencia o memoria, como modo de volver lo pasado a la mente, y el recordar, como modo de volver lo pasado al corazón, diferencia que corresponde a las dos formas de olvido que distingue el idioma italiano a través de las palabras dimenticare y scordare
h) La íntima relación que posee el penoso proceso de sobrecarga de los recuerdos, propio de los procesos de duelo, y una "manera cardíaca" de la melancolía, que se oculta en lo que llamamos nostalgia

«Pero no todo representa a todo por igual. Dado que entre las importancias existen diferencias, en el terreno de las vinculaciones que las fantasías establecen con el corazón, éste no puede significar indiferentemente cosas distintas. Intentando distinguir entre lo fundamental y lo accesorio, llegamos a la conclusión de que lo prototípico de la función cardíaca es la alegoría de un ritmo "marcapaso" de la vida, como creación de un tiempo cualitativo, que marca la significación y la importancia de cada momento. De este modo el corazón, que con su ritmo otorga un acento distinto a cada presente que se vive, presiente o prefigura el sentimiento en cada instante, y es en ese sentido primordial que se comprende adecuadamente su vinculación con los afectos.»

Chiozza, Luis. "Las cardiopatías isquémicas. Patobiografía de un enfermo de ignominia".

 

14 may 2015

La unión con la madre

«La unión con la madre es a menudo de tipo oraldigestivo.»

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Página 186.

12 may 2015

Psicoanálisis de los sueños 44: la interpretación de los sueños según Carl Gustav Jung


«Jung es el creador de la escuela de psicoterapia que ha llamado "Psicosíntesis". Emplea una terminología especial para designar las diferentes capas psíquicas: las más superficiales son la máscara o la persona, que es el aspecto consciente y exterior del individuo. La sombra son los elementos negativos, que el individuo rechaza. Detrás de estas capas se hallan fuerzas, con las características del sexo contrario, denominadas ánima en el hombre y ánimus en la mujer, para correlacionarlas con sus aspectos sexuales opuestos. Finalmente, más allá de este inconsciente individual está el inconsciente colectivo, que alberga los arquetipos.


El sueño debe ser examinado siempre bajo un doble aspecto: el de su causalidad (Freud) y el de su finalidad. Con este último objeto hay que preguntarse para qué sirve un sueño y a qué debe conducir, lo que constituye una concepción opuesta a la freudiana, que es etiológica. Así, en un hombre joven, el sueño de comer una manzana, con el simbolismo genital conocido, tiene por finalidad llamar la atención del sujeto sobre el hecho de que en él existen fuerzas morales que no debe olvidar. Al ser tenido en cuenta, el sueño sirve, pues, de regulador psíquico.

Los sueños son de diverso tipo. Unos son compensadores de la situación consciente, en que han nacido. Ellos introducen en la consciencia, merced a un arreglo simbólico, los materiales inconscientes relacionados con aquella situación consciente. Así el sueño de Nabucodonosor, en las profecías de Daniel (IV, 9-16), era un esfuerzo de compensación del delirio de grandezas, que condujo a la locura. Otros sueños son prospectivos, anticipando simbólicamente una actividad consciente venidera. En personas que viven por encima de lo que debieran, existen sueños reductores que disgregan, desprecian y hasta destruyen. Además hay sueños reactivos, como los de las neurosis traumáticas, y sueños proféticos.

El sujeto se despierta del sueño, cuando el sentido de éste ha alcanzado un punto culminante. El sueño, habiendo agotado su tema, pone punto final a su propio desarrollo. Probablemente el despertar es debido al cese súbito de la fascinación ejercida por el sueño; la energía así liberada provoca la vuelta a la consciencia. Jung añade que es conocido que uno se despierta con sobresalto al final de ciertos sueños.

Según la opinión de Jung (...) el psicoanálisis tiene el defecto de buscar en la historia especial del individuo la causa de los símbolos del sueño, ya que relaciona todos estos símbolos con vivencias o tendencias del sujeto. Pretende Jung completar este punto de vista, admitiendo la existencia de un inconsciente colectivo (...) que sería independiente de las experiencias individuales. Aquellas experiencias del inconsciente colectivo adquieren su valor, cuando se las trata, no analíticamente, sino sintéticamente. Así como el psicoanálisis separa los símbolos en sus componentes, Jung afirma que el método sintético los reintegra en una expresión general e inteligible.

Jung coincide con Freud en admitir la existencia de deseos en los sueños (...), pero niega que éstos sean únicamente satisfacciones de deseos. Tampoco cree que el contenido manifiesto del sueño sea algo así como la fachada de un edificio que oculta lo que se halla detrás. Más bien él lo considera como el edificio mismo, aunque sea tan ininteligible como un texto muy antiguo.


Los símbolos, ni aun aquellos que son relativamente fijos, no tienen un contenido fijo, ni tampoco sexual. Por ejemplo, los llamados símbolos fálicos que, según dicen, sólo designarían al miembro viril. (...). En toda la antigüedad el falo ha designado el "maná" creador, "lo extraordinariamente eficaz" (...), la fuerza fecundante y medicinal, expresado también , de un modo equivalente, por el toro, el macho cabrío, el relámpago, la herradura, la danza, la copulación mágica en el campo, la menstruación y por muchas analogías más, como ocurre en el sueño. En el origen de todas estas analogías y por consiguiente también de la sexualidad, existe una imagen arquetipo, de carácter difícil de definir y a la cual parece acercarse más psicológicamente el símbolo primitivo del "maná".


(...)

Un sueño de [una paciente] de Jung demostrará las diferencias entre su interpretación y la psicoanalítica. La [paciente]:

Ve a Jung como a un padre y le admira mucho.

Un psicoanalista hubiese interpretado este sueño como de transferencia. Jung lo hizo también así, pero añadiendo que tal transferencia era del tipo de una relación como la siguiente: hija = padre = Dios Padre. Según Jung, el sueño tiene que ser considerado como un símbolo de la ética de la [paciente], que tendía hacia Dios. Según la interpretación psicoanalítica, "en plano objetivo", Jung, en el sueño, sería un objeto libidinoso; según la interpretación psicosintética, "en plano subjetivo", Jung es una parte del sujeto, a saber, su ética. El amor a Dios es una manifestación del inconsciente colectivo.»

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Páginas 181 - 184.

6 may 2015

Psicoanálisis de los sueños 43: la interpretación de los sueños según Wilhelm Stekel

Wilhelm Stekel

«Stekel ha efectuado una modificación del psicoanálisis que llama "análisis activo". Con ella pretende disminuir la duración del tratamiento. Consiste en independizar la interpretación de las asociaciones del [paciente]. Según él, el médico debe sentir, por su intuición y experiencia, lo que ocurre en el psiquismo del [paciente], sin necesidad de recurrir o haciendo uso menos frecuente de las asociaciones que alargan demasiado el tratamiento.

En la interpretación de los sueños sigue una técnica análoga. Prescindiendo en cierto grado de las asociaciones, el médico crea "una hipótesis de trabajo" que facilitaría la mejor utilización del material onírico. Con este objeto, el médico sigue el camino de la "simplificación". Se trata de reducir el sueño a un esbozo, a unas pocas palabras, que representarían algo así como el esqueleto, es decir, la trama esencial del sueño» (Garma, 1963; página 173).

«Aconseja ciertas prácticas, como la de hacer que el [paciente] escriba diariamente todos sus sueños. Insiste en la necesidad de no basarse exclusivamente en las asociaciones para interpretar, sino en dejarse guiar por la intuición.»

Pasos para la interpretación:

1) Simplificar el sueño
2) Reducir el sueño al afecto básico
3) Buscar la antítesis
4) Buscar las estereotipias en una serie de sueños
5) Efectuar una interpretación funcional (sueño como representación del proceso de pensamiento del paciente) al lado de la material (hipótesis de significado de los elementos del sueño).
6) Buscar su relación con la enfermedad, malestar o preocupación
7) Averiguar su relación con la muerte y el nacimiento
8) Averiguar su relación con la religión
9) Ver los tres rasgos temporales principales del sueño: el actual, el retrospectivo y el prospectivo
10) Investigar sus relaciones con la homosexualidad, heterosexualidad e infantilismo (estructura trisexual del sueño)
11) Estudiar los rasgos anagógicos y catagógicos
12) Ver cómo el sueño descubre la idea dominante del paciente (Garma, 1963; página 179).

Requisitos para una interpretación certera:

1) Conocimiento de la personalidad del paciente
2) Conocimiento de la vida del paciente
3) Conocimiento de los síntomas neuróticos
4) Conocimiento de la idea central
5) Conocimiento de sus conflictos
6) Observación de cómo el paciente comunica su sueño
7) Observación de cómo el paciente reacciona cuando se interpreta sus sueños
8) Tener en cuenta que el rechazo de la interpretación es un dato importante
9) «percepción imaginativa del modo de funcionar de la mente del paciente, evitando la actuación de los complejos del psicoanalista, que debe estar psicoanalizado»
10) «la interpretación de una serie de sueños facilita la interpretación intuitiva»
11) «las asociaciones del analizado expresan su contenido también mediante símbolos»

«Los discípulos de Stekel han hecho valiosas contribuciones onirocríticas. Sobresalen entre ellos E. A. Gutheil y S. Lowy. Un sueño comunicado por Gutheil permitirá comprender mejor la técnica stekeliana de la simplificación:

Soñé que estaba de nuevo en la escuela secundaria y que vivía en la misma pensión. Veía a mi condiscípulo Douglas, con una pipa en la boca. Esto me sorprendió, porque él nunca había fumado antes.
Después estuve en casa de Isabel y también estaban ahí todos los otros amigos. Me sentí irritado y celoso. Deseaba tenerla sólo para mí.
Luego soñé que estaba con mi madre y el asistente principal de mi escuela secundaria. Me preguntó algo referente al Canadá y yo contesté negativamente.»

Interpretación de Gutheil:

1) El soñante se ve a sí mismo en el pasado, en los días de la escuela secundaria. Simplificación: retorno al pasado.
2) Le sorprende ver fumar a su compañero, pues nunca lo había hecho. Simplificación: la gente está cambiada.
3) En casa de Isabel siente celos por su interés por los otros chicos. Simplificación: rivalidad, celos y deseos de posesión.
4) Ve a su madre con el asistente principal (figura paterna). A la pregunta sobre Canadá el soñante responde negativamente (dato: el padrastro vive con la madre del paciente en Canadá). Simplificación: oposición a los padres.

Continúa citando a Gutheil:

«Resumimos: los pensamientos del [paciente] giran alrededor de su infancia. Se da cuenta de un cambio en las circunstancias de su casa ('gente cambiada'). El [paciente] tiene la sensación de haber perdido su objeto amoroso y por ello desarrolla una oposición ante sus padres. El objeto perdido es la madre del [paciente], que casualmente se llama también Isabel. Y verdaderamente los pensamientos del [paciente] saltan de su amiga Isabel y de sus celos por ella, en seguida a su madre Isabel y al Canadá.

En este sueño podemos estudiar la relación principal del [paciente] con sus padres. Vemos el desengaño del niño respecto a su madre (gente cambiada) y su rechazo del padrastro (línea directriz: 'desengaño y oposición'). La simplificación de este sueño nos da una visión considerable de las quejas del [paciente], sin recurrir a la ayuda del mismo» (Garma, 1963; páginas 180, 181).

Emil Arthur Guthiel

«Hay interpretaciones de sueños hechas por Stekel y sus discípulos, que en nada se diferencian de las interpretaciones psicoanalíticas, pero en otros muchos sueños, sobre todo si son complicados, su método falla. De allí que lleguen a un momento del psicoanálisis en el que, por no seguir penetrando en el inconsciente del [paciente], a través de las asociaciones, abandonan la labor. Entonces buscan una explicación superficial del sueño, que si bien tiene un aspecto racional y lógico, no descubre los conflictos del [paciente], ni la génesis de su neurosis» (Garma, 1963; página 181).

Referencia

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires.

5 may 2015

Psicoanálisis de los sueños 42: sobre el autoanálisis


«Hay que tener gran energía psíquica y gran sinceridad consigo mismo para conseguir (...) un conocimiento útil del propio inconsciente. La mayoría de las veces se suele fracasar. Pero muchas personas se engañan a sí mismas diciéndose que conocen bien sus propias represiones. Si alguna de estas personas, como ocurre con frecuencia, comienza posteriormente un psicoanálisis didáctico, observa cuán lejos estaba de haber descubierto su inconsciente reprimido mediante el autoanálisis de sus propios sueños.»

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Página 167.

15 abr 2015

Psicoanálisis de los sueños 41: psicoanálisis didáctico

«Prescindiendo de las condiciones especiales del [paciente], el obstáculo mayor para la interpretación de los sueños está en las represiones que existen en el propio médico. Lo mismo que un cristal de un color determinado, puesto delante de los ojos impide ver ese color en el mundo exterior, las represiones del médico le impiden ver las represiones del [paciente] que, como sabemos, constituyen uno de los orígenes del sueño. Para obviar este inconveniente, en los institutos de psicoanálisis establecidos en la mayoría de las ciudades importantes de todo el mundo, se exige a los médicos que quieran ser psicoanalistas que previamente se sometan a un psicoanálisis. Como en este caso no tiene por finalidad directa curar al psicoanalizado, se conoce con el nombre de psicoanálisis didáctico. El psicoanálisis didáctico es la primera y más importante etapa en la formación psicoanalítica.»

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Páginas 166, 167.

5 abr 2015

Psicoanálisis de los sueños 40: la situación caótica

«Hay momentos del psicoanálisis en que el médico se encuentra desorientado ante el material psíquico que le suministra el [paciente], que no ha llegado todavía a comprender. Se presenta entonces lo que W. Reich llama la situación caótica, por la que posiblemente debe pasar todo psicoanálisis. En medio de la situación caótica, la interpretación de un sueño -que en este caso debe procurarse que sea lo más completa posible, aunque para ello se requiera el esfuerzo de varios días- suministra muchas veces un punto fijo y seguro, desde el cual se puede ordenar el material psíquico y progresar en la exploración. El psicoanalista puede apoyarse en esta interpretación, "como en una roca, en medio de la tempestad" (Freud).»


Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Página 166.

20 mar 2015

Psicoanálisis de los sueños 39: señales posibles ante una interpretación certera (más allá de la simple afirmación)

«Una respuesta afirmativa del [paciente] frente a la interpretación del médico tiene valor positivo prácticamente seguro si va acompañada de nuevos recuerdos, por ejemplo, recuerdos infantiles o de un trozo de sueño olvidado que confirma o completa la interpretación dada. Hay también formas indirectas que confirman la certeza de una interpretación, como, por ejemplo, un acto fallido del [paciente] o bien un empeoramiento de su estado psíquico que, por lo menos, indica que se ha acertado con un punto sensible de su psiquismo.»


Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Página 166.

17 mar 2015

Psicoanálisis de los sueños 38: sueños de interpretación fácil, sueños de complacencia y sueños de oposición

«Desconfíese de las interpretaciones de sueños que el [paciente] suministra con mucha facilidad y asimismo de las interpretaciones que señalan la existencia de una escasa deformación en el sueño. Generalmente estas interpretaciones son superficiales, si no erróneas, e indican que el sueño tiene otro significado oculto que el [paciente] inconscientemente quiere encubrir. También el médico debe aplicarse esta regla práctica a sí mismo y debe desconfiar de interpretaciones que ha encontrado sin esfuerzo.

Hay sueños que el [paciente], impulsado por su transferencia, elabora con propósitos inconscientes determinados. Un tipo de ellos son los llamados sueños de complacencia. Se trata de sueños en los que el [paciente] da la razón al médico. Un ejemplo: el médico ha interpretado en las últimas sesiones psicoanalíticas ciertos actos como homosexuales, y algún día después el [paciente] tiene un sueño con un contenido homosexual manifiesto. Estos sueños hay que interpretarlos en relación con la transferencia y conceder escaso valor psicológico a lo que en ellos se manifiesta. Otros sueños, por el contrario, pretenden negar lo que el médico afirma. Son también sueños que niegan las afirmaciones psicoanalíticas. Se les conoce con el nombre de sueños de oposición y su valor psicológico es tan escaso como el de los anteriores.»

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Páginas 165, 166.

8 mar 2015

Psicoanálisis de los sueños 37: la finalidad del análisis no es analizar sueños

«Se suele seguir la siguiente regla práctica. Si un día [el paciente] narra su sueño, se debe intentar en ese día una interpretación lo más completa posible. Si el sueño ha quedado sin interpretar, al día siguiente no se debe dirigir la atención [del paciente] hacia el sueño, sino que se le deja en libertad de seguir sus pensamientos, tal como estos se presentan, aunque no estén en relación con lo soñado. Solamente se prosigue la interpretación si [el paciente], espontáneamente, vuelve a ocuparse del sueño. Este hecho explica que si bien es verdad que durante el tratamiento psicoanalítico es cuando la interpretación de los sueños se realiza con mayor facilidad, muchas veces es necesario abandonar prematuramente una interpretación. Téngase en cuenta que la finalidad de un psicoanálisis terapéutico no es analizar sueños (...).

Una vez que el médico ha encontrado a interpretación de un sueño, no siempre resulta conveniente comunicársela al [paciente]. Hay que ajustarse al estado psíquico de este último.»

Garma, Ángel (1963). Psicoanálisis de los sueños. Paidós, Buenos Aires. Página 165.