Teoría y Técnica

Teoría y Técnica

5 ene 2016

El yo y el ello en la interfase entre latencia y pubertad


«(...) en el intervalo entre la latencia y la pubertad (...) prepárase la madurez sexual física. Hasta este momento no se ha producido en la vida instintiva ningún cambio cualitativo; únicamente se ha operado un aumento de la cantidad de energía instintiva. Este acrecentamiento no se confina a la vida sexual. El ello dispone de una mayor cantidad de libido que emplea sin discriminación con cualquier impulso a su alcance. Los impulsos agresivos suelen intensificarse hasta la crueldad sin freno; el hambre llega a ser voracidad y la maldad del período de latencia transfórmase en conducta criminal. Los intereses oral - anales, durante tanto tiempo sumergidos, retornan a la superficie. Los hábitos de limpieza, laboriosamente instalados en el período de latencia, ceden al placer de la suciedad y del desorden, y en el lugar del pudor y de la compasión, aparecen las tendencias exhibicionistas y la brutalidad y crueldad con los animales. Las formaciones reactivas, que parecían firmemente establecidas en la estructura del yo, amenazan derrumbarse. Al mismo tiempo, antiguas tendencias ya abandonadas reaparecen en la conciencia. Los deseos edipianos cúmplense bajo la forma de fantasías poco deformadas y ensueños diurnos (...). En rigor, en las fuerzas invasoras hay muy pocos elementos nuevos. La embestida no hace sino traer una vez más a la superficie el contenido ya familiar de la temprana sexualidad.

Mas la sexualidad infantil así renovada no encuentra ahora las condiciones anteriores. El yo del período infantil precoz no estaba desarrollado, era indeterminado e impresionable y plástico bajo la influencia del ello. Por el contrario, en el período prepuberal muéstrase rígido y firmemente consolidado. Ya se conoce a sí mismo y sabe qué desea. A fin de conseguir la gratificación instintiva, el yo infantil era capaz de súbita rebelión contra el mundo exterior y de aliarse con el ello; pero si el yo del adolescente lo hace, se crea intrincados conflictos con el superyó. Establece de una parte firmes relaciones con el ello y con el superyó de la otra -que es lo que denominamos carácter, lo cual torna inflexible al yo. Sólo persigue un propósito: mantener el carácter desarrollado durante el período de latencia; restaurar la antigua relación entre sus propias fuerzas y las del ello y oponerse con esfuerzos redoblados de defensa a la mayor necesidad de demandas instintivas. En su lucha por preservar su propia existencia inmutable, el yo hallábase por igual impelido por la angustia real u objetiva y por la angustia de conciencia. Emplea indistintamente todos los métodos de defensa, inclusive aquellos a los que nunca recurrió en la infancia ni durante el período de latencia. Reprime, desplaza, niega e invierte los instintos y los vuelve contra sí mismo; produce fobias y síntomas histéricos y reduce la angustia mediante el pensamiento y la conducta obsesivos.

Examinada a fondo esta lucha entre el yo y el ello por la supremacía, se observa que casi todos los fenómenos inquietantes del período prepuberal corresponden a diferentes fases de su evolución. El aumento en la actividad de la fantasía, la satisfacción sexual progenital (sic) -o sea, perversa-, la conducta agresiva y criminal, significan éxitos parciales del ello, al paso que la aparición de las diversas formas de angustia, el desarrollo de rasgos ascéticos, la acentuación de síntomas neuróticos y de inhibición, son la consecuencia de una defensa mucho más vigorosa, es decir, el éxito parcial del yo. Al alcanzarse la madurez sexual corporal y entrar en la pubertad propiamente dicha, sobrevienen los cambios cualitativos de carácter que se combinan con los de índole cuantitativa. Hasta aquí la intensificación de las cargas instintivas era de una naturaleza general indiferenciada. A partir de este momento prodúcese un cambio (...) en la (sic) que los impulsos genitales adquieren las más poderosas cargas. En la esfera psíquica esto significa que la carga de libido es retirada de los impulsos pregenitales y concentrada sobre la genitalidad, y que aparecen representaciones y fines objetivos. La genitalidad reúne mayor importancia psíquica, al paso que las tendencias pregenitales quedan relegadas al segundo plano. Primer resultado de este cambio es una aparente mejoría de la situación.»

Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 160 - 163.

2 ene 2016

Una forma menos notoria de proyección: la renuncia altruista

 
«(...) el mecanismo de proyección no sólo produce perturbaciones en las relaciones humanas, proyectando celos y transfiriendo hacia afuera las propias agresiones: sirve también al establecimiento de importantes lazos positivos (...). A este tipo (...) menos notorio de proyección podría designárselo "renuncia altruista" de los propios impulsos instintivos en favor de los otros.

(...) este proceso defensivo tiene doble filo. No solamente asegura la benevolencia del sujeto hacia la satisfacción del prójimo, permitiendo así la autosatisfacción instintiva por vía indirecta a pesar de la prohibición del superyó, sino que, simultáneamente, libera la actividad inhibida y la agresividad que debían garantizar los deseos primitivos (...). El representante más popular de este tipo es el del bienhechor público, que con toda agresividad, activamente exige a un grupo de gente una entrega de dinero para regalárselo a otro. Quizá el ejemplo más extremo lo dé el ácrata que en nombre del oprimido ejecuta un asesinato en la persona del opresor. El objeto contra el cual se dirige la agresión liberada es, siempre, el representante de aquella autoridad que en la época infantil impuso la renuncia instintiva.

El objeto en favor del cual se renunciará al propio impulso puede ser escogido con arreglo a varios factores. Es posible que la percepción del impulso instintivo condenado en el mundo exterior sirva al yo como punto de apoyo suficiente para la proyección. (...) En la generalidad de los casos escógese como persona sustitutiva a un antiguo objeto de envidia.

(...) Es sabido que tal desistimiento (...) encuéntrase en las relaciones paterno-filiales. A través del niño -como el objeto más apropiado- los progenitores acaso deseen cumplir aquellos designios ambiciosos que no les fue dable cumplir en su propia existencia. Quizá también la relación materno-filial puramente altruista se halle determinada en forma amplia por un renunciamiento de los propios deseos en favor del objeto "mejor calificado" (...).

El estudio más hermoso y pormenorizado de un renunciamiento altruista en beneficio de un objeto más apropiado encuéntrase en el drama de Edmon Rostand, Cyrano de Bergerac

 
Freud, Anna (s.f.). El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. Páginas 136 - 144.